Categorías
Pasatiempos

Paso de Cortés, La Joya, Tercer Portillo – Iztaccíhuatl 8-01-2022

Seis días antes me encontraba llegando al mismo sitio, Paso de Cortés. Pero aquella ocasión había encendido mi moto sin un plan y me había encaminado a ese lugar para estar alejado de todo un poco. Esa misma tarde había subido unas fotos en mi red de «face», mismas que mi compañero y profesor Francisco «Paco» Piñón, había visto. Me comentó aquel día entre semana que él, su esposa y cuñado, irían el siguiente fin pero a caminar rumbo al Iztaccíhuatl. Mismo comentario que había pasado por alto, sin embargo para antes de terminar la semana encontrándomelo entre los pasillos de la universidad, le pregunté a que hora y en que lugar estarían para acompañarlos. Me había organizado para empacar algunas cosas en la mochila, comprar algunas cosas necesarias para la montaña y en la madrugada del 8, manejaba desde la Ciudad de México pasando por Amecameca para llegar a Paso de Cortés.

Me estacioné y salí del auto para buscar a Paco, encontrándolo junto con Pilar y Raúl, ya se preparaban para comenzar la caminata. Sin perder tiempo nos colocamos las pulseras y nos encaminamos rumbo al ingreso de la reserva, que esta dividida por una pluma de acceso de autos y una cabaña que sirve también como caseta.

No recuerdo cuando fue la última vez que estaba en un sendero o camino a una montaña, pero ya habían pasado muchos años, solo recuerdo que en alguna de aquellas ocasiones fue con un compañero de la primaria, Virgilio R. Torija, un buen amigo que hoy en día es un integrante de un grupo musical, dejo aquí una de las canciones Travelers All Stars – Don’t Give Up y que por cierto venia escuchando mientras manejaba aquella mañana.

La caminata comenzó muy tranquila, desconocía el destino, la distancia, y la dificultad del camino, sin embargo confiaba en mi condición física para poder sobrellevar el recorrido y tener una agradable hazaña. A pesar de que meses antes había sucumbido ante el Covid, para ese día me sentía con muchas ganas de poner al máximo mi resistencia. El campamento de Paso de Cortés ya no era divisado desde nuestra posición y ya comenzaba a verse lejano entre los valles. Un camino empinado que era flanqueado por hermosos pinos y árboles, dieron pie a sacar los bastones para poder apoyarnos y evitar la fatiga temprana, pues de acuerdo a Paco, no nos encontrábamos aun ni a la mitad del destino.

Raúl aprovechaba para tomar muchísimas fotos con su cámara profesional, nosotros utilizábamos la cámara de nuestros celulares, ajustando un poco la iluminación y el foco para tener una buena instantánea para el recuerdo y poderla compartir con familiares y amistades. La vista de los valles era maravillosa, el cielo estaba un poco despejado y el calor tolerable. Sin embargo a lo lejos se veían algunas nubes grises y era muy probable que en unas horas más tarde, estuviéramos atravesando una pequeña lluvia. Sin duda no teníamos la mínima idea de lo que nos esperaría horas mas tarde.

La llegada a La Joya fue anunciada por Paco, mientras tomábamos un camino que rodeaba el campamento, atravesamos por donde había una cadena que impedía el paso a los autos, pero era el acceso para las faldas del Iztaccíhuatl. En ese pequeño tramo nos detuvimos un momento, mientas unos comíamos dulces, los otros eran «llamados por la naturaleza» y había que aprovechar las rocas grandes y pastizales para esconderse un poco y evitar ser captado como «El Tigre de Santa Julia». A los pocos metros nos encontrábamos ya en las faldas, nuestro paso no fue detenido más que para tomar algunas fotos de las placas y visualizar el mapa que se mostraba en un gran marco. el camino de tierra que se veía a lo lejos se iba convirtiendo en blanco, había nieve en el trayecto.

La subida al Iztaccíhuatl comenzaba con un camino rocoso sobre una pendiente muy pronunciada. Los pastizales secos que se encontraban a un costado del camino eran bastos y el camino poco a poco comenzó tener mas nieve que tierra. En los primeros metros era una ligera capara de nieve, pero a medida que avanzábamos las huellas de nuestras pisadas mostraban una más profundidad sobre la nieve. Paco que iba delante de nosotros, nos indicaba el camino, para evitar recorrer un trayecto que nos colocara muy a la orilla y pudiéramos caer, pues para ese momento, nuestro camino entre las piedras era cortado de tajo por una caída en pendiente de nuestro costado izquierdo.

Al poco tiempo llegamos al Primer portillo, éste era un paso de la montaña que permitía en cada lado, ver los valles al este y oeste desde los pies de La Mujer Dormida. Unas rocas se convirtieron por un rato en nuestras acompañantes mientras desayunábamos. Yo llevaba unos emparedados, chocolates y agua. Raúl traía té el cual me sirvió un poco en un pocillo, un bonito regalo de una maravillosa maestra, Ile de años atrás, con un bonito dibujo de montañas sobre este. Al mismo tiempo que el té reposaba sobre el pocillo, sacaba una ánfora en la cual traía whisky y me servía un poco. Guardamos nuestras cosas y continuábamos por el costado este de la montaña, nos dirigíamos ahora hacia el Segundo Portillo.

La pendiente no eran tan pronunciada, pero ésta estaba constituida mayormente por piedras que en cada pisada eran removidas y dificultaban el asenso. Serpenteando durante el trayecto, no paso mucho tiempo cuando nos adentrábamos al portillo. Una caja de primeros auxilios y una cruz más arriba de las rocas, nos indicaban el punto de llegada. La vista era aun mucho mejor, los árboles de los valles se veían diminutos. El desfiladero de la parte Oeste era tan maravilloso como peligroso, pero te invitaba a acercarte solo lo necesario para apreciar las piedras y la nieve que se acomodaba en las fisuras de las mismas, daban pie a un bello paisaje digno de una postal. Para este momento las piedras y la nieve hacían una hermosa composición visual, pero comenzaba a complicar el asenso, pues cada paso debía ser firme para evitar alguna caída.

El trayecto hacia el Tercer Portillo fue complicándose un poco, al frente iba Paco, Pili; su esposa iba detrás del él, después iba yo y hasta el final Raúl, quien de a ratos se adelantaba o se quedaba muy atrás para realizar instantáneas. A veces podías verlo avanzar más rápido o por un camino diferente y paralelo a nosotros y cuando pasabas a su lado, podías verlo acotado, hincado o en alguna posición incómoda de fotógrafo, buscando el momento y la luz adecuada para la fotografía.

Después de una subida complicada ente piedras, se podía ver un camino marcado por las pisadas de campistas y montañistas que minutos antes habían recorrido ese camino. A nuestro costado izquierdo estaba una pendiente que hacia parecer que una caída podría no solo lastimarte, sino arrogarte como bola de nieve hasta muy abajo de la montaña, era de extrema precaución cuidar nuestros pasos. Pilar comenzó a tener problemas, pero estos eran generados por su calzado, pues a pesar de que la nieve no era tan profunda, comenzaba a resbalarse generando un poco de incertidumbre a cada paso siguiente. En algunos momentos colocaba mi pie detrás de su su pie de apoyo para que pudiera dar el siguiente paso. Este trayecto Lo recorrimos despacio, pues a pesar de que Paco le preguntó en repetidas ocasiones a Pilar, si quería regresar, ella nunca dudó en seguir adelante.

Las dendritas comenzaron a hacerse más sólidas mientras avanzábamos, la nieve comenzó a caer tan repentinamente que tuvimos que refugiarnos en la parte baja de la montaña, pues la visibilidad no era nula, pero cubría el camino tan rápido que debíamos guiarnos por referencias más lejanas y tener el cuidado de no errar el camino hacia la ladera. Nosotros esperábamos una tormenta, pero fuimos recibidos con una hermosa nevada, en un lugar tan remoto y tan maravillo. La nieve comenzó a elevarse sobre el suelo, pero a los poco minutos aminoró, las dendritas parecían flotar mientras continuábamos nuestro camino, pues nos encontrábamos a escasos metros del Tercer Portillo.

Llegando al tercer portillo la vista era espectacular, la nieve había cesado en un par de minutos y a la altura que estábamos, podíamos apreciar ahora una montaña tan blanca que cegaba pero encantaba. Nos quedamos un buen rato y las fotografías no podían faltar. No había viento y a pesar de la nieve, no se sentía mucho frío. Aprovechamos para despojarnos de las mochilas, Pilar comenzó a hacer un ángel sobre la nieve, dentro de un círculo de piedras que seguramente es utilizado para colocar una o varias casas de campaña por los montañistas, mientras Raúl y Paco tomaban fotografías.

No era tan tarde y vimos como un pequeño grupo de personas se encaminaban hacia el siguiente portillo. Estoy seguro que todos queríamos y hubiéramos querido continuar, sin embargo no teníamos el equipo necesario para subir y más con las condiciones climatológicas que habían cambiado radicalmente de un momento a otro. Así que solo pudimos observar como aquellos montañistas se iban haciendo pequeños por el camino y que destacaban sus colores entre la nieve.

Comenzamos el descenso, mismo que fue aprovechado para tomar mas fotografías, pero comenzamos a ser alcanzados por una nube casi negra. La nube tan inmensa y que parecía que podíamos tocarla, se acercaba por la parte noroeste de la montaña, perfectamente podíamos ver los relámpagos y poquísimo instante escuchar el trueno que producía aquella tormenta. Esta tormenta nos alcanzo mientras ascendíamos y a escasos metros de llegar al Segundo Portillo. La las dendritas ya no eran los copos de nieve que hubiésemos querido recibir, ahora era lluvia y debíamos ponernos los impermeables, nos detuvimos para poder cubrirnos y continuar descendiendo. Entre sudor, ropa mojada, un camino con nieve que comenzaba a volverse mas resbaloso por el agua, estábamos ya descendiendo hacia el Primer Portillo.

Cuando llegamos al Primer portillo la lluvia cesó, pero comenzó a hacer un poco de viento. Aún nos faltaba un trayecto más para llegar a las faldas del Iztaccíhuatl. Sin embargo el recorrido de regreso fue tan rápido que en cuanto menos nos dimos cuenta, estábamos acomodando nuestras cosas en una mesa que estaba cubierta totalmente por nieve. Me parece que Pilar hizo una instantánea de aquel grandioso día, pues en el camino encontramos con varias personas y creo que había sido la primer nevada del año en el Iztaccíhuatl. Recuerdo que Paco dijo que nunca se imagino que nos tocaría una nevada, creo que ninguno de los cuatro se imagino la maravillosa experiencia de aquel lugar.

El regreso hacia Paso de Cortés fue tranquilo, atrás quedaba la nieve y el valle se había convertido en un camino húmedo por la lluvia. Pudimos apreciar como el Popocatépetl también había sido cubierto por una gran capa de nieve en sus alturas. No importaba si era en la primer colina o la segunda, la vista era maravillosa.

Nuestros últimos pasos para salir de la reserva natural eran acompañados de un poco de cansancio. Pilar, Paco y Raúl y yo llegábamos a los autos para despejar la espalda por las mochilas y comenzar el regreso a la Ciudad de México. Una pequeña despedida y Paco encendía su carro al igual que yo, para dirigirnos al camino que bajaría hacia Amecameca. Sin embargo aun pudimos apreciar una ultima entrega de la naturaleza, unos coyotes andaban entre los árboles en la entrada a Paso de Cortes, varios carros se detuvieron para hacer fotografías mientras los coyotes atravesaban de un lugar a otro invitándonos a nosotros los visitantes, a partir de su grandioso hogar.

Sin duda un día maravilloso, una caminata que me ayudó a despejar más la mente, cosa que era necesaria aquel 8 de enero del 2022. Agradezco a Paco Piñón el haberme invitado y poder haber visitado un lugar tan maravilloso, junto a Pilar y Raúl. Pues yo solamente lo había visitado en moto o auto, pero nunca me había adentrado un poco más a la reserva. Pero seguramente pronto volveré por más.

De izquierda a derecha: Raúl, Pilar, Angel, Paco.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *